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17 de junio: aniversario de la muerte de Martín Miguel de Güemes

Martín Miguel de Güemes fue un estanciero salteño que renunció a su cuna noble para defender las fronteras de la patria en el Norte.

Hace 201 años moría Martín Miguel de Güemes y, esa pérdida del héroe gaucho transformó el 17 de junio en una fecha significativa para los argentinos: el día Nacional de la Libertad Latinoamericana.

Martín Miguel Juan de Mata Güemes Montero de Goyechea y la Corte había nacido el 8 de febrero de 1785 en una familia aristocrática de Salta, cuando la ciudad del norte argentino era parte del Virreinato del Rio de la Plata. Su padre era estanciero y también tesorero de la Real Hacienda de la Corona Española. Por la vía materna le sobraba linaje y se emparentaba con Francisco de Argañaraz y Murguía, el fundador de Jujuy

La infancia privilegiada de Martín Miguel de Güemes fue bastante común, pero sólo al principio: barro, colegio primario y trabajo en el campo de la familia. La posición familiar le permitió seguir estudiando en el Colegio San Carlos de Buenos Aires.

Sin embargo, a los 14 años, Güemes inició la carrera militar y sirvió en el regimiento de infantería de Salta. Cuando se graduó, lo destinaron a Buenos Aires. Con astucia y estrategia guerrera, enseguida se hizo notar en las invasiones inglesas de 1806 y 1807, un arrojo que Santiago de Liniers no quiso dejar pasar y lo retuvo a su lado como teniente de su escolta de granaderos.

De aristócrata a gaucho

El padre de Martín Miguel de Güemes falleció en 1808 y el militar regresó a Salta para hacerse cargo del patrimonio familiar. Sin embargo, en 1810 Buenos Aires era un hervidero de planes e ideas y sintió que tenía que estar allí. Abrazó el movimiento independentista, pero lo suyo era el campo de batalla y regresó a la frontera norte del Virreinato, a Salta.

Güemes armó entonces un ejército gaucho con ponchos punzó, machetes y rifles. Apostados en Humahuaca sobre sus temibles caballos protegidos por las aletas de cuero de los guardamontes, les cortó el paso a las fuerzas realistas que venían del Alto Perú defendiendo a la corona española que había destituido a Fernando VII.

Con su caballería de jinetes temerarios, Güemes no los dejó pasar. Combatió en Cotagaita y luego, en noviembre, se alzó con el primer triunfo del flamante ejército patrio: Suipacha, en donde con sus gauchos avanzó como fiera sobre los Valles de Salta sin dejar un realista en pie.

Sin embargo, los porteños no se lo pagaron como él esperaba: en los partes de guerra, su nombre ni aparecía, pero Güemes se hizo escuchar. Sus reclamos, sin embargo, ofendieron a Juan José Castelli y Antonio Balcarce que, como toda respuesta, lo despidieron del ejército nacional. Disolvieron su división y le dijeron que se volviera calladito a Salta.

Desde luego, siguió insistiendo y al fin lo logró: aunque parecía que sobraban valientes, tuvieron que ceder y lo reincorporaron a mediados de 1811.

Güemes, general apasionado

El apasionado guerrillero salteño siempre chocó con los hombres de Buenos Aires.

Como en toda lucha, la suya no sólo estuvo jalonada por triunfos y además de algunas derrotas (Huaqui, Suipacha II, etc), tuvo que lidiar con sus enemigos, que eran varios. 

El primero y más notorio fue Manuel Belgrano, quien en junio de 1812 (hace exactamente 210 años), lo despidió del Ejército del Norte y lo mandó castigado a Buenos Aires, por un lío de polleras: «Su propia conciencia lo debe acusar –le escribía Belgrano – de que su vida escandalosa con la Iguanzo ha sido demasiado pública en Jujuy y después en esta ciudad y en la de Santiago del Estero», le disparó el creador de la bandera al guerrillero apasionado y pintón que por entonces sólo tenía 28 años y estaba siempre dispuesto a demostrarlo.

Sin embargo, ambos después se perdonaron, como hacen los grandes héroes. Tanto, que, en 1819, Manuel Belgrano se animó a engendrar una hija en tierra tucumana, Manuela Mónica del Corazón de Jesús, fruto del romance con María Dolores Helguero. Sin pasar por alto, claro, a Pedro, el otro hijo que el creador de la bandera había tenido con uno de sus grandes amores, la cuñada de Juan Manuel de Rosas (María Josefa Ezcurra, 15 años menor), y que el líder punzó había criado como propio hasta que le confesó quién era su verdadero padre. 

Güemes y Belgrano terminaron siendo grandes amigos y Belgrano le daba soga: «Puede hacer y deshacer como le parezca; en mis instrucciones sobre operaciones militares sólo digo que deje bien puesto el honor de las armas», le recordó, aunque era innecesario, si se piensa que la sola presencia del guerrero del Norte imponía respeto temerario entre los enemigos.

Güemes, siempre gaucho listo para el combate

A comienzos de 1814, San Martín lo ascendió a General en jefe del Ejército del Norte y Güemes hizo otra de las suyas: sacó de Jujuy a sablazos a los realistas de Ramírez de Orozco y los hizo volver a su casita en el Alto Perú. En homenaje a sus méritos, el Directorio fue por más y lo nombró Coronel Graduado del Ejército.

Fue San Martín, en definitiva, quien terminó convirtiendo a Güemes en lo que hoy es: un patriota sin par, un guerrero heroico, el único general de la historia argentina que murió en un combate. 

En efecto, en 1814, San Martín lo puso al frente de la Avanzada del Río Pasaje, dando así inicio a la denominada Guerra Gaucha que consistía en incursiones diarias de milicianos tan salvajes como poco entrenados, pero que realmente asustarían a las tropas realistas tanto o más que el haka de los All Blacks.

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Cuando el General San Martín dejó la conducción del Ejército del Norte, José Rondeau, que había sido director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, se hizo cargo de esa zona caliente. Y aunque al principio, Güemes bajó la cabeza y acató, pronto empezarían los conflictos y conreadas entre ambos. 

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