El polvo de ladrillo recién distribuido, las líneas de cal prolijamente marcadas, el césped cortado al ras. La cancha del Estadio Nafaldo Cargnel está lista. Está lista para recibir al 11º Panamericano de Sóftbol Masculino. Está lista para recibir a 10 equipos que jugarán por sus lugares en el Mundial de Nueva Zelanda. Está lista para ver a la Argentina salir campeona.
El sóftbol en la capital nacional tiene una historia muy larga y llena de momentos gratos. Eduardo “Chino” Sabaté, es considerado una de las leyendas del deporte por su vasta carrera que sigue hasta el día de hoy. Jugador, árbitro y entrenador, ha recorrido el mundo dando cursos y compartiendo sus conocimientos. Por todo esto y más, el chino forma parte del Salón de la Fama de la ISF (Federación Internacional de Sóftbol).
Al preguntarle por el sóftbol paranaense, el DT explica: “Este deporte es fundamental desde la época escolar en donde se empezó a jugar, casi llegando a los años 60. Fue ampliamente difundido por los profesores y se incorporó con gran dedicación. En los 70 ocurrió una gran transformación en la que todos los que estaban en los colegios se pasaron a clubes. Se empezó a generar una asociación y allí comenzó esta larga historia que 50 años después nos brinda el título mundial”.
Los paranaenses hacen mayoría en la selección que actualmente custodia los últimos títulos del Panamericano y del Mundial. De los 16 integrantes, solo dos deportistas son de Santa Rosa (La Pampa), uno de Bahía Blanca (Buenos Aires) y otro de San Salvador (Entre Ríos). El chino reconoce que “la selección está muy bien constituida, viene de un proceso de más de 10 años y están en la etapa justa de edad, de 26 a 35 años. Tienen un gran sostén y han generado sus cimientos en el sóftbol de Paraná, que realmente es de muy buena calidad. En el mundo somos vistos como una isla que resalta por la manera en la que se juega y por la capacidad técnica que se tiene”.
Que comience el juego
El Panamericano fue del 24 al 30 de abril y la ciudad fue muy buena anfitriona. Desde el primer día, los estacionamientos colmados de autos nos daban la primera señal de que las tribunas estarían repletas. La música resonaba en todo el estadio mientras las voces de la cabina de transmisión contagiaban las ganas y la pasión con la que se vivía el momento. Caía la noche y los puestos de comida se llevaban parte de la atención, resultaba imposible no sentir el aroma a las papas fritas recién hechas o a las hamburguesas y choripanes saliendo de las brasas. Comenzaba el partido y la gente aplaudía, se paraba, alentaba y, sobre todo, festejaba. Los home run eran vividos con euforia. Cada punto iba acompañado de gritos y bailes de emoción. Los más chicos, sin entender demasiado, saltaban al ritmo de tanteador que siempre sumaba, pues Argentina sólo perdió un partido en todo el campeonato. Fue contra Canadá en la segunda fecha por 3 a 1.
Al hablar con Mariano Montero, el actual capitán de la celeste y blanca, el jugador sostiene que “la preparación ya viene desde el año pasado pos pandemia. Tuvimos una gira muy extensa y dura en Estados Unidos y en México. Hasta que llegó el Panamericano nos mantuvimos entrenando doble turno la parte física, técnica y mental, somos un grupo que se caracteriza por entrenar todos los días y en equipo. También nos ayudó la liga local que finalizó hace unas semanas y nos permitió llegar con un buen ruedo al torneo”.
El mejor hincha de sóftbol es argentino
En otros países cuando el seleccionado de sóftbol juega, los hinchas suelen usar las remeras de fútbol de su país, pero acá las cosas cambian. La camiseta de sóftbol de Argentina acompañada de la típica gorra con la A mayúscula era el uniforme de la gente. Los puestos de ropa con buzos, camperas, remeras y gorras ayudaban a vestir el predio entero de celeste y blanco. Se alentaba por Argentina, pero, sobre todo, se hinchaba por el sóftbol de Argentina.
Los seleccionados nunca se iban rápido: paseaban por el estadio, intercambiaban camisetas y regalaban sus gorras, firmaban autógrafos y se sacaban fotos. Los jugadores de nuestra selección hacían lo mismo y más. Una vez finalizado el partido salían del banco para hablar con sus familiares, dejaban pasar a quien quiera a la cancha de juego, intercambiaban pases con los pequeños de las categorías infantiles de sus clubes, algunos hacían de fotógrafos de sus propios compañeros que posaban con las personas que se acercaban y pedían autógrafos. Las charlas, los saludos y los reportajes nunca faltaban, había tiempo para todo y aún más para quienes venían desde las tribunas.
Argentina en lo más alto
El sábado a la tarde Argentina se enfrentó contra Canadá en la final. La mezcla entre adrenalina y nervios se sentía en el ambiente. Eran alrededor de 10 mil personas las que dieron su presente para alentar al equipo nacional. Los primeros minutos del partido fueron un silencio sobresaliente. Canadá venía ganando con un bateo que salió de la cancha de juego. El marcador se mantenía congelado hasta que vino lo mejor. Argentina anotó 3 home runs seguidos de Manuel Godoy, Bruno Motroni y Juan Cruz Zara. Los jugadores hicieron explotar el estadio completo: gritos, aplausos, la fanaticada no paraba de alentar y celebrar. Argentina siguió avanzando estratégicamente y con efectividad. Luego de unas jugadas claves, el partido terminó con un contundente 4 a 1.
La fiesta que había comenzado el primer día hoy llegaba a su punto culmine. La emoción bañó al estadio completo y el orgullo del público, de los entrenadores y de los propios jugadores fue el premio más grande. El esfuerzo y la pasión con la que se vive el deporte mostraron sus resultados y una vez más Argentina está en lo más alto. Las alegrías de esta semana a puro bate le pertenecen a la selección y a Paraná, que lo esperó, se preparó, alentó y disfrutó cada momento.