Al director Sebastián Schindel le gustan los temas que crean controversia. Las tramas de sus películas de ficción –El patrón, El hijo y, desde este jueves en Netflix, Crímenes de familia– tienen un común denominador: asuntos referidos a la ética de sus personajes.
Crímenes de familia, basada en hechos reales, le plantea como coguionista una estructura distinta a la de sus películas anteriores, guardando información al espectador para que éste, de a poco, vaya descubriendo, por sí solo, de qué crímenes se habla. Y, más aún, cómo son realmente los personajes de la historia, qué calla, qué ocultan y de qué son capaces.
También como en El patrón y en El hijo hay un personaje que tiene el protagonismo casi absoluto, que no lo comparte con nadie. Aquí es Alicia (Cecilia Roth), una señora de clase media alta que recibe a sus amigas en su amplio departamento en la calle Posadas -plena Recoleta- para tomar juntas clases de yoga con un profesor, y luego saborear un té con masas.
Que está casada con Ignacio (Miguel Angel Solá), un ingeniero jubilado, “cansado de abrir la billetera y cerrar la boca”. Que ha criado como si fuera su madre al hijo de Gladys, su joven empleada doméstica (Yanina Avila). Y que tiene devoción por su único hijo, Daniel (Benjamín Amadeo).
Alicia habla pestes de “la negra», como denomina sin eufemismos a Marcela (Sofía Gala Castiglione), la mujer con la que Daniel ha tenido un hijo, al que ni él ni los abuelos pueden ver.
Y, también como en El patrón y en El hijo, nada es lo que aparenta ser.
Crímenes de familia es un relato tenso, terso y depurado, en el que nada sobra ni tiene una línea de diálogo que esté demás. Cuando las acciones tengan que desarrollarse en algún juzgado, los tempos serán los que tengan que ser. Habrá un alegato, y otro, y así presentados al espectador, el público tendrá un segundo para preguntarse quién dice la verdad, cuál versión de lo que se cuenta será la cierta.
La película aborda muchos temas, pero no por ello resulta agobiante, ya que el desarrollo de cada uno se sigue de manera simple y sin rebuscamientos. Hay crímenes como detalla el título, pero también se habla de consumo de droga, de violencia doméstica, de amistades que se cortan, de amores imperfectos, de mentiras y de vínculos -de nuevo- enrarecidos.
Clarín