La cantidad de entierros en el municipio de Manaos (Amazonas, Brasil) se triplicó desde la llegada del coronavirus. En consecuencia, en el cementerio local utilizan excavadoras para abrir fosas comunes, porque ya no hay suficiente lugar para los muertos.
En Brasil la tendencia es innegable. En el camposanto Nuestra Señora Aparecida, ubicada en el barrio de Tumará, pasaron de 30 entierros diarios a más de 100. Sobre un pozo hecho a las apuradas se ubican los cajones, manteniendo cierta distancia para que en el futuro los deudos tengan alguna idea de dónde están sus familiares.
Pero como ni eso es suficiente, la Prefectura de Manaos instaló cámaras frigoríficas para conservar a los cadáveres, que siguen llegando sin parar mientras el gobierno de Jair Bolsonaro hace lo posible por boicotear la cuarentena.
Colpaso. Todas las camas del sistema público ya están ocupadas. A partir de ahora, lo más probable es que sobrevenga un colapso sanitario. Y en un intento por evitarlo, autoridades judiciales han sentenciado que de ser necesario los hospitales privados deberán habilitar espacios para controlar el brote.
Por su parte, el presidente Bolsonaro asistió esta semana a una protesta contra las medidas de aislamiento que procuran llevar adelante los gobernadores estatales para evitar que el número de afectados siga creciendo.
Hasta este martes, Brasil tenía 43.079 casos confirmados.