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Mostraron cómo funciona el polémico método de Bukele contra la delincuencia

Denuncian violaciones a los derechos humanos.

Las calles de El Salvador no son las mismas que hace cuatro años cuando Nayib Bukele asumió la presidencia de esta pequeña nación centroamericana. La delincuencia disminuyó notablemente, como así también los crímenes a mansalva y las paredes marcadas con las balas de los pandilleros que se enfrentaban a muerte con sus rivales.

La llamada “guerra contra las maras” le puso fin a décadas regadas por sangre en la que los salvadoreños directamente no podían caminar por ciertos barrios o se exponían al riesgo de ser robados, atacados o, directamente, asesinados. Sucedía en las ciudades del interior, en la periferia de la capital y hasta en el casco histórico.

Toda esta situación empezó a cambiar con la mano dura del gobierno salvadoreño y se aceleró cuando el 27 de marzo de 2022 el presidente Bukele decretó un estado de excepción que permite un mayor despliegue de las fuerzas policiales y militares, busca acelerar los procesos judiciales y reduce abiertamente los derechos de los detenidos.

Un estado de excepción que permitió detener a más de 72.300 personas, según cifras oficiales, pero que esconde múltiples riesgos relacionados a los debidos procesos judiciales, las condiciones de detención y la persecución contra los medios o la política, tal como denuncian distintos sectores opositores al gobierno de Bukele.

Un país marcado por la violencia y las maras

El Salvador es un país que históricamente estuvo marcado por la violencia y el conflicto. Fue escenario de una cruenta guerra civil desde 1979 hasta 1992 que dejó a un Estado corrompido y vulnerable a los pandilleros que por aquellos años residían en Estados Unidos y empezaron a ser deportados nuevamente a su país.

Muchos de estos delincuentes habían encontrado asilo en suelo norteamericano, más precisamente en Los Ángeles, durante la guerra civil salvadoreña. Allí se unificaron y empezaron a conformar los grupos que luego se radicarían en distintas partes de El Salvador e iniciarían la temible guerra entre las maras.

Como los carteles mexicanos o colombianos, en El Salvador existieron dos grandes pandillas que se enfrentaban a fuego y sangre por el control territorial: la mara Salvatrucha y el Barrio 18. Había decenas de grupos más pequeños, pero estos dos abarcaban a la mayoría. Cada barrio, calle y edificio estaba delimitado. El miembro de una mara no podía penetrar en territorio enemigo porque era asesinado.

“He visto gente muerta en la vereda, te podían matar porque sospechaban de un tatuaje o simplemente porque tenías unas zapatillas que no les gustaba”, cuenta Diego García, un joven traductor, durante un recorrido con TN por las calles de San Salvador, la capital. Su testimonio no es exclusivo, sino que fácilmente es posible encontrar a otras personas que hayan tenido la misma experiencia que él.

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Para tener dimensión, El Salvador llegó a ser el país con la mayor tasa de homicidios del mundo en 2015. En aquel año alcanzó el tristemente récord de 106,8 crímenes por cada 100.000 habitantes. “No podíamos salir a la calle, los comerciantes tenían que pagarles a las maras para su protección y no se podía vivir”, relata Zaid, un comerciante de una feria céntrica de la capital.

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