Ante una situación descontrolada que representaba una amenaza tanto para los encargados de la unidad como para quienes intentaban brindar ayuda, los dueños de un carrito de venta de panchos tomaron la decisión de volcarlo en el mar cuando empezó a incendiarse en la playa de Punta Mogotes.
Los dos vendedores ambulantes que manejaban el carro experimentaron una gran desesperación al observar cómo las llamas comenzaban a surgir de la conexión de gas que alimenta el mechero, el cual se encarga de mantener la temperatura de la mercadería.
Las personas en la costa lograron capturar con sus teléfonos móviles el intento de los vendedores de llevar el carro hacia la orilla, buscando que entrara en contacto con el agua para extinguir el fuego.
A pesar de los esfuerzos, las llamas continuaron creciendo y se hizo cada vez más difícil llegar a un área con mayor profundidad, donde el vehículo pudiera sumergirse lo suficiente para extinguir la pieza afectada por el fuego.
Finalmente, las llamas consumieron casi por completo la estructura, a pesar de los intentos de los vendedores de volcarlo en el agua con la intención de minimizar los daños en la unidad, que constituye su principal herramienta de trabajo.